Teoria
Las necesidades de nitrógeno del cereal deben ser consideradas en su conjunto, no
siendo siempre posible una diferenciación clara entre sementera y cobertera, dado que las
cantidades a utilizar en uno y otro caso están íntimamente relacionadas. Sin embargo, una
correcta utilización del nitrógeno supone una adaptación lo más perfecta posible al ciclo de
extracciones del cereal, tanto en épocas como en cantidades. Fuentes Yagüe (1999) indica
que, en el desarrollo del ciclo vegetativo de un cereal, los tres elementos principales de la
nutrición (nitrógeno, fósforo y potasio) son absorbidos en casi todas las fases de su ciclo,
teniendo cada uno de ellos una importancia fundamental en una fase determinada.
Partiendo de una semilla de cereal, se puede observar que en la fase de
germinación lo único que éste necesita es humedad para disolver las sustancias de reserva de
las que se vale para su nacimiento. Desde la germinación al ahijamiento se desarrollan las
jóvenes raíces primarias y, una vez consumidas las reserva del grano, la planta puede ya
alimentarse por sí misma a expensas de la riqueza que encuentre en el suelo. En este periodo
se absorbe una importante cantidad de nitrógeno, necesario para el fuerte desarrollo celular y
para que las plantas lleguen vigorosas al invierno.
Respecto al fósforo, aunque su falta en los diez primeros días de cultivo no produce
efectos en el rendimiento, su carencia se manifiesta y se retrasa la madurez si falta a partir del
décimo día. Una vez que la pequeña planta ha salido al exterior se inicia un fuerte
enraizamiento, en el que el fósforo tiene un papel principal.
En cuanto al potasio, sólo una pequeña cantidad del total, un 15 % aproximadamente,
es absorbido durante el otoño, pero esta cantidad es precisa para mejorar la resistencia al frío.
Posteriormente, ya en pleno invierno, la planta presenta desarrollo un muy pequeño,
paralizándose totalmente la absorción de fósforo y potasio y manteniéndose de forma muy
leve la del nitrógeno. Pasado el invierno comienza fuertemente, la actividad vegetativa. La
planta, a partir del nudo de ahijamiento, comienza a echar hijuelos. En un corto periodo de
tiempo se forma una gran masa verde. La planta prosigue su crecimiento rápido, encañando y
teniendo lugar al final de esta fase la formación de la espiga de cada hijuelo. La velocidad de
crecimiento alcanza su valor máximo.
Abonos y fertilizantes
Se considera el suelo como almacén de nutrientes. Lógicamente, si las plantas extraen
elementos, necesariamente se deben restituir; en caso contrario el suelo se agota y la planta
no tiene de qué alimentarse lo que puede suponer un deterioro de la producción.
Un suelo se considera fértil cuando es rico en nutrientes, lo cual, es sinónimo de
productividad. La fertilidad se caracteriza por un conjunto de cualidades como textura,
estructura, capacidad de retención de humedad, nivel de nutrientes, etc. De todos los
problemas que afectan al suelo, lo más sencillo y económico es solucionar la fertilidad.
Existen numerosos fertilizantes de variada composición, algunos simples y otros compuestos.
Unos elementos son conocidos como elementos mayores, como nitrógeno, potasio, fósforo y
otros como oligoelementos, entre los que figuran cobre y molibdeno (Simpson, 1991).
Se puede definir fertilizante o abono como cualquier sustancia orgánica o inorgánica,
natural o sintética que aporte a las plantas uno o varios elementos nutritivos indispensables
para su desarrollo vegetativo normal.
El R.D. 72/1988 de 5 de febrero (B.O.E. 6-2-1988), sobre fertilizantes y afines, define
todos los tipos de fertilizantes o abonos, marca las formas en qué ha de expresarse la
composición de un producto y los factores de conversión entre cada elemento.
Se pueden clasificar de la forma siguiente:
- Abonos minerales con elementos principales (sólidos):
- Abonos simples: Abonos nitrogenados, abonos fosfatados y
abonos potásicos.
- Abonos compuestos: Abonos NPK, abonos NP, abonos PK.